miércoles, 30 de diciembre de 2009

CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO

Estando una mañana haciendo el bobo,
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.

"¿Puedo pasar, Señora?", preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando "¡Este me come de un bocado!".

Y, claro, no se había equivocado,
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.

Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
"Sigo teniendo un hambre aterradora"
¡Tendré que merendarme otra señora!"

Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
"¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!"
-Que así llamaba al bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.

Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.

Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: "¿Cómo estás abuela mía?
Por cierto,¡me impresionan tus orejas!"
"Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas". "¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!".

"Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto,
para que pueda verte, Don Ernesto
el oculista", dijo el animal,
mirando con un gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: "¡Que imponente
abrigo de piel llevas este invierno!"

El Lobo, estupefacto, dijo: "¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora debes hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa".

Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revolver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡PAM!- allí cayó la buena pieza.

Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el Bosque... ¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz,
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.


Autor: Roald Dahl

lunes, 14 de diciembre de 2009

EL AGUA MULTIFORME

“El agua toma siempre la forma de los vasos
que la contienen”, dicen las ciencias que mis pasos
atisban y pretenden analizarme en vano;
yo soy la resignada por excelencia, hermano.
¿No ves que a cada instante mi forma se aniquila?
Hoy soy torrente inquieto y ayer fui agua tranquila;
hoy soy, en vaso esférico, redonda; ayer, apenas,
me mostraba cilíndrica en las ánforas plenas,
y así pitagorizo mi ser, hora tras hora;
hielo, corriente, niebla, vapor que el día dora,
todo lo soy, y a todo me pliego en cuanto cabe.
¡Los hombres no lo saben, pero Dios si lo sabe!

¿Por qué tú te rebelas? ¿Por qué tú ánimo agitas?
¡Tonto! ¡Si comprendieras las dichas infinitas
de plegarse a los fines del Señor que nos rige!
¿Qué quieres? ¿Por qué sufres? ¿Qué sueñas? ¿Qué te aflige?
¡Imaginaciones que se extinguen en cuanto
aparecen...! ¡En cambio, yo canto, canto, canto!
Canto, mientras tu penas, la voluntad ignota;
canto cuando soy chorro, canto cuando soy gota,
y al ir, Proteo extraño, de mi destino en pos,
murmuro: —¡Que se cumpla la santa ley de Dios!

¿Por qué tantos anhelos sin rumbo tu alma fragua?
¿Pretendes ser dichoso? Pues bien: sé como el agua;
sé como el agua, llena de oblación y heroísmo,
sangre en el cáliz, gracia de Dios en el bautismo;
sé como el agua, dócil a la ley infinita,
que reza en las iglesias en donde está bendita,
y en el estanque arrulla meciendo la piragua.
¿Pretendes ser dichoso? Pues bien: sé como el agua;
lleva cantando el traje de que el Señor te viste,
y no estés triste nunca, que es pecado estar triste.
Deja que en ti se cumplan los fines de la vida:
sé declive, no roca; transfórmate y anida
donde al Señor le plazca, y al ir del fin en pos,
murmura: ¡Que se cumpla la santa ley de Dios!

Lograrás, si lo hicieres así, magno tesoro
de bienes: si eres bruma, serás bruma de oro;
si eres nube, la tarde te dará su arrebol;
si eres fuente, en tu seno verás temblando al sol;
tendrán filetes de ámbar tus ondas, si laguna
eres, y si océano, te plateará la luna.
Si eres torrente, espuma tendrás tornasolada,
y una crencha de arco-iris en flor, si eres cascada.

Así me dijo el Agua con místico reproche,
Y yo, rendido al santo consejo de la Maga,
Sabiendo que es el Padre quien habla entre la noche,
Clamé con el Apóstol: —Señor, ¿qué quieres que haga?



Amado Nervo, 1898

HAY UN NIÑO EN CADA HOMBRE

- Basada en la interpretación de la Dra. Viviana Arabia -

Yo, tú, él, nosotros, ¡todos!.
Todos buscamos un lugar,
Ese lugar especial, intransferible, nuestro.
Nada ni nadie nos lo puede arrebatar.
No es un refugio material en el espacio aquí o allá.
Es un lugar interior, profundo y cálido.
Allí somos nuevos a cada instante,
Allí no cabe la mentira…

Yo sé que lo buscaste alguna vez.

Si recorres las galerías ocultas de tu memoria,
Descubrirás en el paisaje lejano y colorido de la infancia un niño...
Un niño con el asombro intacto, buscando su lugar para crecer.

Porque hay un niño en cada hombre,
si no se quiere perderlo
y es él, quien siempre se asoma
al balcón de los recuerdos,
y nos recuerda los años
de niño, de niño de carne y huesos,
esos años de la infancia,
esos años de los sueños.

A ese niño en cada hombre,
que todavía conservo,
yo quiero contarle cosas
que a mis amigos no puedo,
hablarle pausadamente,
como si fuera un abuelo,
De los golpes de la vida,
de lo malo y de lo bueno.

Quiero decirle, que andando
me he encontrado sin quererlo,
con seres que sólo hablan
el lenguaje de los cuervos,
que no les importa nada
más que su vientre y su sexo
y que son los artesanos
de burla y el desprecio.

Quiero decirle a mi niño,
que no se quede con ellos,
ni tampoco con los otros
que están en el otro extremo,
esos que esperan milagros
sin hacer nada por ellos
y que bajan la cabeza
al azote de los vientos,
con más temor que prudencia,
con menos asco que miedo.

Consumidores mediocres,
por los cielos de los cielos.
Quiero decirle a mi niño
que no se quede con ellos.
Porque hay otros seres
que son amigos del viento,
que no conocen siquiera
el lenguaje de los cuervos
y que siguen adelante
como los buenos recuerdos.
Quiero decirle a mi niño,
que debe ser como ellos.

Hay un niño en cada hombre
si no se quiere perderlo
y es él quien siempre se asoma
al balcón de los consuelos,
a quien yo le cuento cosas
como si fuera un abuelo,
y es él, tan solo él,
quien, al fin y al cabo,
me va marcando el sendero.

jueves, 27 de agosto de 2009

CAUPOLICÁN

Rubén Darío

Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjerretar un toro, o estrangular un león.

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

"¡El Toqui, el Toqui!", clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La Aurora dijo: "Basta",
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.

SONETO DIFÍCIL

Francisco de Quevedo

Es el amor, según abrasa, brasa;
es nieve a veces puro hielo, hielo;
es a quien yo pedir consuelo suelo,
y saco poco de su escasa casa.

Es un ardor que a quien traspasa, pasa,
y como a veces yo paselo, selo;
es un pleito do no hay apelo, pelo;
es del demonio que le amasa, masa.

Tirano a quien el Cielo inspira ira;
un ardor que si no se mata, mata;
gozo, primero que cumplido, ido;

flechero que al que se retira, tira;
cadena fuerte que aun de plata, ata;
y mal que a muchos ha tejido nido.

AL TÚMULO DEL REY FELIPE II EN SEVILLA

Miguel de Cervantes

Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla,
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y nobleza!

Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.

Esto oyó un valentón y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, seor soldado,
Y el que dijere lo contrario, miente."

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

miércoles, 5 de agosto de 2009

EL CUERVO

Edgar Allan Poe

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdode un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.“
Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

viernes, 31 de julio de 2009

CULTIVO UNA ROSA BLANCA

- José Martí.

Cultivo una rosa blanca
en junio como enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.

sábado, 14 de febrero de 2009

AGUA QUE HUELE A RESINAS


México:
en el eco de tus montañas hay fatiga,
hay cansancio en la hierba.
en el canto de las aves hay protestas,
y hay tristezas en la oscura suavidad de la espesura.
La inconformidad se siente en la llanura.
los rencores se acumulan en los cardos,
y en la oquedad de los troncos
el odio se acuclilla.
El arado se traba entre los surcos.
la mano de mi hermano va empuñada,
con los ojos clavados en la tierra
y el pensamiento metido en las entrañas.
Tienen sed de justicia sus anhelos inciertos,
tienen sed de esperanzas hasta los mismo muertos;
y la justicia comodina y ciega.
va arrastrando en hilangos la codicia.
¡Así cantan los poetas.
así van hilvanando sus ilusiones huecas!
!Yo les pido que canten suavemente.
pero que canten a los pájaros y a las flores,
que no canten para mí, que no me falta su canto.
El que hablaba era un hombre enflaquecido
con la piel enjuta hasta los huesos
y los pies partidos por el Iodo.
¡Yo no quiero -decía-, los versos del poeta,
tengo sed de justicia y de verdades!
Cuando un perro se muere por falta de tortillas,
lo arrastra la barranca,
y de esa agua que corre, se llenan las tinajas.
No tenemos farmacias.
tenemos curanderos,
que quitan los dolores
con hierbas y milagros.
Son muy grandes las tierras
y son grandes los potreros
es buena la cosecha, pero es grande la colmena.
El río se va secando igual que las resinas,
y se va secando el hambre, igual que la fatiga;
pero de mis pesares no repartimos quejas,
yo sólo tengo una; el canto del poeta.
En el tiempo del tiempo
llegan a este pueblo los hombres del Partido
alborotando gente,
quieren que todo el pueblo, en un solo estallido,
aumenten más el triunfo del hombre prometido.
Y en toda esa alegría del aplauso candente,
la tristeza se esconde, y tiene fiesta mi pueblo,
fiesta para los perros, y fiesta para mi gente.
Hoy que vuelvo a mi pueblo, encontré las promesas,
entre las mismas cosas y con las mismas quejas.
Promesas de esos hombres que no fueron cumplidas
y que se fueron quedando como cosas perdidas.
¡Nada cambió en mi pueblo!
¡Están los mismos anhelos y están los mismos quejidos!
¡El mismo sol inclemente y el mismo canto del grillo!
Encontré en el basurero el mismo olor de los cerdos,
las mismas moscas picando sobre los huesos de un perro.
Y los atajos polvosos y el cansancio del arriero
pisando con sus huaraches la tierra del hormiguero.
Que se callen por favor,
que los derechos no se cubren con palabras;
la poesía alimenta al pensamiento,
pero deja en el estómago la misma necesidad
y el mismo sufrimiento.
Me acerqué más a él y en silencio
escuché lo que decía:
Yo me fui de este pueblo cargando mis tristezas
hoy regreso a mi pueblo con las mismas pobrezas.
¡Vengo a mirar la cara a la justicia
y quiero que la justicia vea mi cara!
¡Si no fuera mujer le exigiría
que tuviera vergüenza y más hombría!
¡Yo no quiero escuchar palabras enmieladas!
¡Yo conozco una sola, una sola palabra sin poesía
que es parte de mi cuerpo y de mi sangre!
¡Una sola palabra carcomida,
y no la digas poeta ... es mi hambre!
El hombre en su cotón más flaco se veía,
con la cara ceniza y las manos vacías.
Una mueca en la risa le borró bien sus lágrimas.
y me dolió cuando dijo con humildes palabras:
Yo nací en este pueblo con casitas de palma,
muy cerca baja el río con olor a resinas.
no tenemos descanso, tenemos la capilla;
el viejo campanario se llena de gorriones
y de pocos rosarios.
También encontré cansada a la misma mujer preñada,
lavando en las mismas piedras.
Las barrancas estancadas, y dentro de esa agua puerca,
toda la sed de mi pueblo.
Hay marañas en las calles,
hay fatiga y hay tristezas,
hay rencores y protestas; pero protestas a Dios,
protestas que son sus quejas guardadas con devoción.
Al volver hoy a mi pueblo,
me encontré con esos hombres del poderoso Partido;
han traído las promesas que ya no tienen sentido.
¡Han puesto ya la tribuna sobre el tronco de un capiro.
y han colgado los papeles que siempre dicen lo mismo!
¡Escuchen... sí... están diciendo lo mismo!
¡No han cambiado las palabras que jamás he comprendido!
¡Es la misma cantaleta y siempre el mismo estribillo!
¡Por favor, díganles que se callen!
¿Alguien quiere decirles que se callen?
¡Ya no quiero escuchar palabras ejidales!
¡No quiero escuchar el ruido de ese enjambre!
¡Se me secó el entusiasmo cuando se secó mi hambre!
¡No tengo fe ni confianza,
sólo tengo mi cansancio!
¡Y mi cansancio no sirve,
y no sirven mis aplausos!
¡Alguien debe decirles que se callen!
¡No entiendo su revolución, ni soy razón de su meta!
¡Me han cansado las promesas,
y me han cansado también ...
los versos de los poetas!