sábado, 6 de noviembre de 2010

EL CUENTO DE MARGOT

- Juan de Dios Peza -

Vamos Margot, repíteme esa historia
Que estabas refiriéndole á María,
Ya vi que te la sabes de memoria
y debes de enseñármela, hija mía.

-La sé porque yo misma la compuse.
-¿Y así no me la dices ? Anda, ingrata.
-¡Tengo compuestas diez! -¡Cómo! repuse,
¿Te has vuelto á los seis años literata?

-¡No, literata no! pero hago cuentos...
-No temas que tal gusto te reproche.
-Al ver á mis hermanos tan contentos
yo les compongo un cuento en cada noche.

-¿Y cómo dice el que contando estabas?
-Es muy triste, papá, ¿que no lo oíste?
-Sólo oí que lloraban y llorabas.
-¡Ah! si, todos lloramos; ¡es muy triste!

Imagínate un niño abandonado
de grandes ojos de viveza llenos,
rubio, risueño, gordo y colorado:
Como mi hermano Juan, ni más ni menos

Figúrate una noche larga y fría,
de muda soledad, sin luz alguna,
y ese niño muriendo, en agonía,
encima de la acera, no en la cuna.

-¿En las heladas losas ?
-Si, en la acera,
Es decir, en la calle...
-¡Qué amargura!
-Hubo alguien que pasando lo creyera
un olvidado cesto de basura.

Yo pasaba, lo vi, bajé mis brazos
Queriendo darle maternal abrigo
y envuelto en un pañal hecho pedazos
lo alcé á mi pecho y lo llevé conmigo.

Lloraba tanto y tanto el angelito
que ya estaban sus párpados muy rojos..
Y a cada nueva queja, a cada grito
el alma me sacaba por los ojos.

Me lo llevé á mi cama: entre plumones
Lo hice dormir caliente y sosegado...
¡Cómo hubo en este mundo corazones
capaces de dejarlo abandonado!

¡Ay! yo sé por mi libro de lectura
que estudio en mis mayores regocijos,
que ni los tigres en la selva oscura
dejan abandonados a sus hijos.

¡Pobrecito! Yo sé su mal profundo,
Le curo como madre toda pena:
Parece que este niño en este mundo
no es hijo de mujer sino de hiena.

De mi colchón en el caliente hueco
duerme para que en lágrimas no estalle;
y llorando Margot, mostró el muñeco
que en cierta noche se encontró en la calle.

CARTA

- Juan de Dios Peza -

Con letras ya borradas por los años,
en un papel que el tiempo ha carcomido,
símbolo de pasados desengaños,
guardo una carta que selló el olvido.

La escribió una mujer joven y bella.
¿Descubriré su nombre? ¡ No, no quiero!
pues siempre he sido, por mi buena estrella,
para todas las damas caballero.

¿Qué ser alguna vez no esperó en vano
algo que, si se frustra, mortifica?
Misterios que al papel lleva la mano,
El tiempo los descubre y los publica,

Aquellos que juzgáronme felices
en amores; que halagan mi amor propio,
aprendan de memoria lo que dice
la triste historia que a la letra copio:

“Dicen que las mujeres sólo lloran
cuando quieren fingir hondos pesares,
los que tan falsa máxima atesoran,
muy torpes deben ser o muy vulgares.

Si cayera mi llanto hasta las hojas
donde temblando está la mano mía,
para poder decirte mis congojas,
con lágrimas mi carta escribiría.

Mas si el llanto es tan claro que no pinta,
y hay que usar de otra tinta más obscura,
la negra escogeré, porque es la tinta
donde más se refleja mi amargura.

Aunque no soy para soñar esquiva
sé que para soñar nací despierta.
Me he sentido morir, y aún estoy viva;
Tengo ansias de vivir, y ya estoy muerta.

Me acosan del dolor fieros vestigios.
¡Qué amargas son las lágrimas primeras!
Pesan sobre mi vida veinte siglos,
y apenas cumplo veinte primaveras.

En esta horrible lucha en que batallo,
aun cuando débil tu consuelo imploro,
quiero decir que lloro y me lo callo,
y más risueña estoy cuando más lloro.

¿Por qué te conocí? Cuando temblando
de pasión, sólo entonces no mentida,
me llegaste a decir: ¡ te estoy amando
con un amor que es vida de mi vida!

¿Qué te respondí yo? Bajé la frente;
triste y convulsa, te estreché la mano,
porque un amor que nace tan vehemente,
es natural que muera muy temprano.

Tus versos para mí conmovedores
los juzgué flores puras y divinas,
olvidando, insensata, que las flores
todo lo pierden, menos las espinas.

Yo, que como mujer, soy vanidosa,
me vi feliz creyéndome adorada,
sin ver que la ilusión es una rosa
que vive solamente una alborada.

¡Cuántos de los crepúsculos que admiras,
pasamos entre dulces vaguedades,
las verdades juzgándolas mentiras,
las mentiras creyéndolas verdades!

Me hablabas de tu amor, y absorta y loca,
me imaginaba estar dentro de un cielo,
y al contemplar tus ojos y tu boca
tu misma sombra me causaba celo.

Al verme embelesada al escucharte,
clamaste,-aprovechando mi embeleso-,
“Déjame arrodillar para adorarte”,
y al verte de rodillas te di un beso.

Te besé con arrojo, no se asombre
un alma escrupulosa o timorata:
la insensatez no es culpa. Besé a un hombre,
porque toda pasión es insensata.

Debo aquí confesar que un beso ardiente,
aunque robe la dicha y el sosiego,
es el placer más grande que se siente
cuando se tiene un corazón de fuego.

Cuando toqué tus labios fue preciso
soñar que aquel placer se hiciera eterno.
Mujeres: es el beso un paraíso
por donde entramos muchas al infierno.

Después de aquella vez, en otras muchas,
apasionado tú, yo enternecida,
quedaste vencedor en esas luchas
tan dulces en la aurora de la vida.

¡Cuántas promesas, cuántos devaneos!
El grande amor con el desdén se paga;
toda llama que avivan los deseos,
pronto encuentra la nieve que la apaga.

Te quisiera culpar y no me atrevo;
es, después de gozar, justo el hastío;
yo, que soy un cadáver que me muevo,
del amor de mi madre desconfío.

Me engañaste, y no te hago ni un reproche,
era tu voluntad y fue mi anhelo;
reza, dice mi madre, en cada noche;
y tengo miedo de invocar al cielo.

Pronto voy a morir; esa es mi suerte.
¿Quién se opone a las leyes del destino?
Aunque es camino obscuro el de la muerte,
¿quién no llega a cruzar, ese camino?

En él te encontraré; todo derrumba
el tiempo, y tú caerás bajo su peso:
tengo que devolverte en ultratumba
todo el mal que me diste con tu beso.

¿Mañana he de vivir en tu memoria?
En aquella región quizá sombría
mostrar a Dios podremos nuestra historia.
Adiós... Adiós... hasta el terrible día.

Leí estas líneas y en eterna ausencia
esa cita fatal vivo esperando...
Y sintiendo la noche en mi conciencia,
guardé la carta y me quedé llorando.

NOCTURNO A ROSARIO

- Manuel Acuña -

¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

II

Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no se ni dónde
se alzaba el porvenir.

III

De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.

IV

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

V

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Que quieres tu que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Que quieres tu que yo haga
con este corazón?

VI

Y luego que ya estaba
concluido tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar...

VII

¡Que hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!

VIII

¡Figúrate que hermosas
las horas de esa vida!
Que dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por ti, no mas por ti.

IX

!Bien sabe Dios que ese era
mi mas hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!

X

Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!

martes, 4 de mayo de 2010

Mi amigo, que es poeta

Mi amigo
Que es un poeta
Convocó a los poetas.

Hay que escribir un poema
Sobre la bomba atómica
Es un horror
Nos dijo
Un horror horroroso
Es el fin
Es la nada
Es la muerte
Nos dijo
No es que te mueras solo
En tu cama
Rodeado
Del llanto y la familia
Del techo y las paredes
No es que llegue una bala
Perdida o encontrada
A cortarte el aliento
A meterse en tu sueño
No es que el cáncer te marque
Te perfore
Te borre
No es tu muerte
La tuya
La nada que ganaste.

Es el aire viciado
Es la ruina de todo
Lo que existe
De todo
Nadie llorará a nadie
Nadie tendrá sus lágrimas.

Y eso es lo más horrible
La muerte sin testigos
Sin últimas palabras
Y sin sobrevivientes
La muerte toda muerte
Toda muerte
¿Me entienden?
Hay que escribir un poema
Sobre la bomba atómica.

Quedamos en silencio
Con las bocas abiertas
Tragamos el terror
Como saliva helada
Luego nos fuimos todos
A cumplir la consigna.

Juro que lo he intentado
Que lo estoy intentando
Pero pienso en la bomba
Y el lápiz se me cae
De la mano.

No puedo.

A mi amigo el poeta
Le diré que no puedo.



Mario Benedetti

TODAVÍA TENGO CASI TODOS MIS DIENTES

Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en estos detalles.


Mario Benedetti

sábado, 6 de marzo de 2010

LITTLE RED RIDING HOOD AND THE WOLF

As soon as Wolf began to feel
That he would like a decent meal,
He went and knocked on Grandma’s door.
When Grandma opened it, she saw
The sharp white teeth, the horrid grin,
And Wolfie said, “May I come in?”
Poor Grandmamma was terrified,
“He’s going to eat me up!” she cried.
And she was absolutely right.
He ate her up in one big bite.
But Grandmamma was small and tough,
And Wolfie wailed, “That’s not enough!
I haven’t yet begun to feel
That I have had a decent meal!”
He ran around the kitchen yelping,
“I’ve got to have a second helping!”
Then added with a frightful leer,
“I’m therefore going to wait right here
Till Little Miss Red Riding Hood
Comes home from walking in the wood.”
He quickly put on Grandma’s clothes,
(Of course he hadn’t eaten those).
He dressed himself in coat and hat.
He put on shoes, and after that
He even brushed and curled his hair,
Then sat himself in Grandma’s chair.
In came the little girl in red.
She stopped. She stared. And then she said,

“What great big ears you have, Grandma.”
“All the better to hear you with,” the Wolf replied.
“What great big eyes you have, Grandma.”
said Little Red Riding Hood.
“All the better to see you with,” the Wolf replied.

He sat there watching her and smiled.
He thought, I’m going to eat this child.
Compared with her old Grandmamma
She’s going to taste like caviar.

Then Little Red Riding Hood said, “But Grandma,
what a lovely great big furry coat you have on.”

“That’s wrong!” cried Wolf. “Have you forgot
To tell me what BIG TEETH I’ve got?
Ah well, no matter what you say,
I’m going to eat you anyway.”
The small girl smiles. One eyelid flickers.
She whips a pistol from her knickers.
She aims it at the creature’s head
And bang bang bang, she shoots him dead.
A few weeks later, in the wood,
I came across Miss Riding Hood.
But what a change! No cloak of red,
No silly hood upon her head.
She said, “Hello, and do please note
My lovely furry wolfskin coat.”


Roald Dahl, Revolting Rhymes